Opinió de Gemma Jordán a la revista online Haltermag

 

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El pasado verano leí el clásico de Dostoievski, y creí que tardaría en encontrar otro personaje que me hiciera sentir tanta empatía y desazón como el Raskolnikov que protagoniza la novela. Pero entonces compré en ebook la novela del autor indie Rafa Moya, Hormigas en la playa, y ahí estaban Eric y Pau para provocarme,ambos, las dos sensaciones, tan encontradas y diferentes, a la vez, con una historia urbana, intimista, psicológica y negra, que para nada, se prevé ni con el título ni mucho menos con la portada de la obra. Y aquí abro paréntesis para hablar de la importancia de un elemento como la portada de un libro; rebuscando por la red reseñas y opiniones sobre Hormigas en la playa y comentando en Twitter con el autor de la misma y otros escritores, descubrí cómo, a pesar de que a Rafa Moya le gustó la portada y le dio el visto bueno, a muchos potenciales lectores les echó para atrás, y no la leyeron al final. Personalmente, me gustó el estilo de la portada, pero desde luego, no creo que refleje el contenido que hay dentro del libro. Así que un aviso desde ya, no os dejéis influir por ella a la hora de adquirirlo y leerlo, más bien hacedlo por la expectativa de lo que encontraréis dentro.

¿Y qué es lo que encontraremos dentro? Para mí, una suerte de Crimen y castigo moderno, en el que los personajes derivan psicológicamente y arrastran al lector con ellos, tal y como sucede con el protagonista del clásico ruso, hasta la pérdida total de la razón y hasta el sufrimiento resultante de las malas decisiones y la mala conciencia. En este caso, no hay asesinato, lo que hay es la historia de la juventud perdida, de una melancolía muy mal construída y de una obsesión por recuperar momentos y sentimientos que, aunque dejaran huella para siempre en la vida de los protagonistas, fueron en realidad fugaces y ya no volverán. Uno de los personajes, Eric, no ha asumido ese hecho y vive aferrado a la ilusión de resucitar un pasado y perpetuarlo. Tan aferrado vive, que roza y sobrepasa el límite de lo enfermizo. El otro, Pau, se ha resignado al paso del tiempo y el peso de la vida; ha renunciado a todo lo que pudo ser y se limita a tener una vida estable en la que cumplir la papeleta socialmente aceptada. Pero en una cena de antiguos compañeros de instituto, redescubre el pasado en Eric (que con quien está obsesionado es con Pau), y en Ester, la que fuera su amor de juventud y la que más sanamente se adaptó a la vida y a los cambios que en ella hay, a pesar de ser la que más sufrió tras un traumático suceso que rompió la línea vital y la amistad de los tres para siempre, y de cuyos detalles nos vamos enterando poco a poco, a cuentagotas mientras avanza la novela, para ir comprendiendo qué sucedió, qué papel tuvo cada uno de los tres y cómo dicho “suceso” acabó por cambiarles para siempre.

Entre ese suceso del pasado que se desvela al lector poco a poco, y los sucesos del presente orquestados por un Eric cada vez más oscuro y obsesionado por recuperar al antiguo Pau y hacerlo suyo para siempre, se urde una trama psicológica, con Barcelona como marco, que sibilina y lentamente va atrapándonos conforme avanzamos por las páginas, pocas por cierto, de Hormigas en la playa. Lo que parece una sucesión de hechos normales narrados con normalidad, acaba por sumergirnos en un asfixiante juego psicológico retorcido y ambivalente, en el que acabamos por sentirnos tan frustrados, rabiosos y ahogados como los personajes, y en el que vemos cómo su psicología, la de cada uno de ellos, urde por su cuenta una realidad paralela y una complicada trama de engaños y persecuciones que acaban por explotar en un tremendo e inesperado final, donde, creo, reside la clave y la verdadera calidad literaria de esta novela. El ahogamiento narrativo al que Rafa Moya somete al lector en las últimas páginas de su obra y el imprevisible y vertiginoso triple giro con salto mortal que en ellas da, nos dejan descolocados, pero también relamiéndonos en la maravillosa sensación que se queda en el paladar cuando una obra ha tenido la suficiente calidad literaria como para hacerte disfrutar, sin darte cuenta, jugando contigo y con tu psicología, sin darte cuenta. Hormigas en la playa es una obra que, definitivamente, sí hay que leer.

Gemma Jordán en Haltermag

http://haltermag.com/haltermag/hormigas-en-la-playa-un-moderno-crimen-y-castigo/