Mi padre iba algunos fines de semana a por cangrejos  con mis tíos, luego llegaban a casa y lo primero que hacía era dejárnoslos para que jugáramos, claro que para mí, jugar con con un bicho significaba darle nombre, acepciones humanas y acto seguido intentaba quedármelo para que tuviera una vida mejor, comérmelos era impensable; mi abuela, intentando que de una vez comiera algo que no fuera fruta y macarrones, me dejó un día ver como los «preparaba» para que de una vez se me metiera en la cabeza que aquellos «bichos» no sufrían y que tenían una muerte tan dulce como la de una naranja arrancada del árbol, sin padecimiento alguno. Mi abuela los metió en una olla, los puso al fuego y comenzó a calentarlos poco a poco, de que el agua hirvió los pobres cangrejos ya estaban muertos, aunque yo juré y perjuré que vi a más de uno saltar de la olla intentando salir. Fue un trauma, todo un trauma que impidió que no solo comiera menos bichos de lo que ya lo hacía, si no que además no me quería bañar bajo ningún concepto, tan solo ducharme y si era con agua tibia mejor que mejor,  y no mucho, no os vayáis a creer, que en cualquier baño acababa como aquellos pobres cangrejos, dormida y en salsa con pimientos. 
Cuando tuve el libro entre las manos, mirando fijamente la portada, solo podía pensar en esta historia de los cangrejos, en mi miedo a bañarme y que el agua cada vez se fuera calentando más y más y más…y si alguien piensa que me tiró para atrás, todo lo contrario, ni sinopsis ni leches, tenía que saber qué se escondía tras aquel extraño título, pues como mínimo habría 21 historias que pondrían a calentar una idea hasta llevarla a ebullición  y entonces una de dos: o esta saltaba por los aires o se adormecía hasta morir y desaparecer. 
21 rarezas para una chica raruna. Manos a la rana, digo, a la obra.
 
Me puse a leer y de que me di cuenta me había leído los 21 relatos, caray con Rafa Moya, que de malas pulgas y de acidez en todos y cada uno de ellos ¡Si señor, así se hace! y es que uno no puede trabajar en una empresa y no poner a caldo a tus compañeros y jefes, porque aunque todos sean unos dechados de virtudes (algunos de ellos, desechos sin virtud alguna) no se vive en la selva sin correr delante de los leones y estar atentos a las hienas, que en la sabana empresarial no faltan depredadores.
Como no puedo hablar de cada uno de ellos, sobre todo porque algunos son tan cortos que cualquier cosa que contase sería spoiler, y os aseguro que vale la pena adentrarse en esta selvática empresa y descubrir uno por uno estos 21 relatos y sus personajes, dudo mucho que no reconozcáis a alguien en ellos o incluso os reconozcáis a vosotros mismos.
Uno de mis relatos favoritos es El Entierro. Es muy corto por lo que no puedo contar a penas nada de él pero deciros que está sobrado de humor negro, imaginad por el título y lo que os he contado en general, que no se tratará de un panegírico…es brutal, en serio, brutal y el final ¡Woooow! de traca, que ya sabéis que los valencianos enseguida prendemos una mascletá.
El Atentado me ha descolocado bastante, se sale de toda norma y estructura que podríamos decir tienen el resto de relatos, pues si algo tienen en común son situaciones disparatadas y llevadas a lo esperpéntico pero partiendo de una situación real; en este caso no, aquí hace acto de presencia la fantasía, la imaginación absoluta, un disparate que ríase usted del Nacional de Berlanga. Surrealista pero fantástico por encima de fantasioso, para mí un crack total. Me fascinó.
Tres por planta es el «novamás», no sabía si ponerlo delante o detrás de los anteriores porque de verdad que no podría decir cual de los tres me gusta más, por eso lo dejo así, en fila india pero sin orden de preferencia; aquí tenemos a una limpiadora que está hasta «el mocho» (he dicho mocho, si, mocho, que alguno ya habéis puesto el grito en el cielo, cochinos) de descortesías, faltas de educación y empatía ¿os he dicho que tenemos un muerto? pues hasta aquí puedo leer…
Planes de expansión es el «acabose», aquí te partes, te tronchas y te mondas, y es que si ponemos a dos amigos de la infancia en un bar, uno de ellos le da trabajo al  otro que es un yonky, a lo Maquinavaja  o el Luisma y el Barajas, las situaciones disparatadas y las meteduras de pata no parecen tener fin. No me había reído tanto en mucho tiempo, lo he pasado «dabuti» ea.
Y como no hay quinto malo, otro de mis favoritos es Kamilah, cuando la pasión por tu trabajo es tal que llegas -como hacía yo con los cangrejos a los que humanizaba- a enamorarte de tu herramienta de trabajo, y noooo, no es streeper….ains esas mentes vuestras….
 
Es injusto hacer un podium con solo cinco ganadores absolutos, pero es que de verdad que es difícil elegir entre los 21, estos son para mi con los que mejor me lo he pasado, pero estoy segura que vosotros tendréis otros e incluso me digáis ¿Qué tu favoritos eran estos? ¡Si son mucho mejores El clip, La decisión de Víctor o El sabor de las cerezas! -por ejemplo- y no me extrañaría, son todos la releche o la rehorchata, que una es alérgica a la leche.
 
CONCLUSIÓN: Un libro de relatos cargado de ironía, sarcasmo y además de mala uva muy buen tino al retrarnos a unos personajes menos originales de lo que pensamos pero más esperpénticos de lo que parecen; una lectura ágil, amena, divertida, paranoica y excitante, y creedme que a partir de su lectura miraréis a vuestros compañeros de trabajo o trabajadores varios, de otra manera. No quiero que pase mucho tiempo para volver a leer al autor de nuevo, os lo aconsejo cien por cien, y su obra «Hormigas en la playa» ya está en mi lista de lecturas.