Rafa Moya

Escritor

Reseña en el blog de literatura el gato trotero

 

Mi padre iba algunos fines de semana a por cangrejos  con mis tíos, luego llegaban a casa y lo primero que hacía era dejárnoslos para que jugáramos, claro que para mí, jugar con con un bicho significaba darle nombre, acepciones humanas y acto seguido intentaba quedármelo para que tuviera una vida mejor, comérmelos era impensable; mi abuela, intentando que de una vez comiera algo que no fuera fruta y macarrones, me dejó un día ver como los «preparaba» para que de una vez se me metiera en la cabeza que aquellos «bichos» no sufrían y que tenían una muerte tan dulce como la de una naranja arrancada del árbol, sin padecimiento alguno. Mi abuela los metió en una olla, los puso al fuego y comenzó a calentarlos poco a poco, de que el agua hirvió los pobres cangrejos ya estaban muertos, aunque yo juré y perjuré que vi a más de uno saltar de la olla intentando salir. Fue un trauma, todo un trauma que impidió que no solo comiera menos bichos de lo que ya lo hacía, si no que además no me quería bañar bajo ningún concepto, tan solo ducharme y si era con agua tibia mejor que mejor,  y no mucho, no os vayáis a creer, que en cualquier baño acababa como aquellos pobres cangrejos, dormida y en salsa con pimientos. 
Cuando tuve el libro entre las manos, mirando fijamente la portada, solo podía pensar en esta historia de los cangrejos, en mi miedo a bañarme y que el agua cada vez se fuera calentando más y más y más…y si alguien piensa que me tiró para atrás, todo lo contrario, ni sinopsis ni leches, tenía que saber qué se escondía tras aquel extraño título, pues como mínimo habría 21 historias que pondrían a calentar una idea hasta llevarla a ebullición  y entonces una de dos: o esta saltaba por los aires o se adormecía hasta morir y desaparecer. 
21 rarezas para una chica raruna. Manos a la rana, digo, a la obra.
 
Me puse a leer y de que me di cuenta me había leído los 21 relatos, caray con Rafa Moya, que de malas pulgas y de acidez en todos y cada uno de ellos ¡Si señor, así se hace! y es que uno no puede trabajar en una empresa y no poner a caldo a tus compañeros y jefes, porque aunque todos sean unos dechados de virtudes (algunos de ellos, desechos sin virtud alguna) no se vive en la selva sin correr delante de los leones y estar atentos a las hienas, que en la sabana empresarial no faltan depredadores.
Como no puedo hablar de cada uno de ellos, sobre todo porque algunos son tan cortos que cualquier cosa que contase sería spoiler, y os aseguro que vale la pena adentrarse en esta selvática empresa y descubrir uno por uno estos 21 relatos y sus personajes, dudo mucho que no reconozcáis a alguien en ellos o incluso os reconozcáis a vosotros mismos.
Uno de mis relatos favoritos es El Entierro. Es muy corto por lo que no puedo contar a penas nada de él pero deciros que está sobrado de humor negro, imaginad por el título y lo que os he contado en general, que no se tratará de un panegírico…es brutal, en serio, brutal y el final ¡Woooow! de traca, que ya sabéis que los valencianos enseguida prendemos una mascletá.
El Atentado me ha descolocado bastante, se sale de toda norma y estructura que podríamos decir tienen el resto de relatos, pues si algo tienen en común son situaciones disparatadas y llevadas a lo esperpéntico pero partiendo de una situación real; en este caso no, aquí hace acto de presencia la fantasía, la imaginación absoluta, un disparate que ríase usted del Nacional de Berlanga. Surrealista pero fantástico por encima de fantasioso, para mí un crack total. Me fascinó.
Tres por planta es el «novamás», no sabía si ponerlo delante o detrás de los anteriores porque de verdad que no podría decir cual de los tres me gusta más, por eso lo dejo así, en fila india pero sin orden de preferencia; aquí tenemos a una limpiadora que está hasta «el mocho» (he dicho mocho, si, mocho, que alguno ya habéis puesto el grito en el cielo, cochinos) de descortesías, faltas de educación y empatía ¿os he dicho que tenemos un muerto? pues hasta aquí puedo leer…
Planes de expansión es el «acabose», aquí te partes, te tronchas y te mondas, y es que si ponemos a dos amigos de la infancia en un bar, uno de ellos le da trabajo al  otro que es un yonky, a lo Maquinavaja  o el Luisma y el Barajas, las situaciones disparatadas y las meteduras de pata no parecen tener fin. No me había reído tanto en mucho tiempo, lo he pasado «dabuti» ea.
Y como no hay quinto malo, otro de mis favoritos es Kamilah, cuando la pasión por tu trabajo es tal que llegas -como hacía yo con los cangrejos a los que humanizaba- a enamorarte de tu herramienta de trabajo, y noooo, no es streeper….ains esas mentes vuestras….
 
Es injusto hacer un podium con solo cinco ganadores absolutos, pero es que de verdad que es difícil elegir entre los 21, estos son para mi con los que mejor me lo he pasado, pero estoy segura que vosotros tendréis otros e incluso me digáis ¿Qué tu favoritos eran estos? ¡Si son mucho mejores El clip, La decisión de Víctor o El sabor de las cerezas! -por ejemplo- y no me extrañaría, son todos la releche o la rehorchata, que una es alérgica a la leche.
 
CONCLUSIÓN: Un libro de relatos cargado de ironía, sarcasmo y además de mala uva muy buen tino al retrarnos a unos personajes menos originales de lo que pensamos pero más esperpénticos de lo que parecen; una lectura ágil, amena, divertida, paranoica y excitante, y creedme que a partir de su lectura miraréis a vuestros compañeros de trabajo o trabajadores varios, de otra manera. No quiero que pase mucho tiempo para volver a leer al autor de nuevo, os lo aconsejo cien por cien, y su obra «Hormigas en la playa» ya está en mi lista de lecturas. 

Reseña de la escritora Verónica Fabra en su blog Mi vida en palabras

Hormigas en la playa

Hace ya varios meses que me leí este libro y he dudado muchas veces en hacer una reseña de él. Mi indecisión se debía a la falta de claridad en las sensaciones que me había producido su lectura. Supongo que necesitaba tiempo para asentar una trama psicológicamente compleja.

Hormigas en la playa es la primera novela de Rafa Moya, de 165 páginas, publicada por Walrus Books. Encontré un ejemplar en la librería Librup y tanto el título como su portada me llamó la atención. El primero porque me gustó. Solo una vez en mi vida he visto un caminito de hormigas por la arena de la playa y me sedujo precisamente que el autor titulara su novela con algo que a mí se me antojaba insólito. El segundo por todo lo contrario. No sé, el hecho de que la imagen sean dos hormigas, que no son de mi agrado especialmente, que además están en posición y color antagónicos, que los colores del fondo sean verde y naranja, a mi gusto, repelentes, que la cubierta tenga un acabado no satinado, todo ello me producía rechazo y al mismo tiempo me atraía por su originalidad, fuera de los cánones actuales. Lo cogí entre las manos y la sinopsis decantó la balanza.

Moya presenta una relación de amistad entre Pau y Eric, interrumpida en el tiempo por una desgracia y retomada años más tarde a raíz de una cena de antiguos alumnos. Sus personajes están bien definidos, psicológicamente complejos, rayando el thriller, que no me inspiran amistad ni empatía, por lo ajenas que creo que están de mi mundo, y, sin embargo, supongo que deben existir personas así en el mundo para que Moya haya podido dar en el clavo con su descripción. Pasados unos meses comprendí que precisamente eran esas mentes embrolladas las que me habían causado rechazo durante la lectura de la historia. Como escritora le felicito porque ha sabido transmitir dichas identidades a la perfección y causar sensaciones en el lector, algo nada fácil.

El autor utiliza un estilo ágil, fácil de seguir y muy correcto en cuanto a sintaxis. Sin embargo, particularmente me disgusta el hecho de que la voz de la narración cambie de personaje, siendo mayormente Éric y a veces Pau. Y siendo del todo sincera, hubiera acortado el final, dejándolo en la escena de la mesa. Me parece más digno, pero siendo una trama rebuscada, entiendo que el autor buscara rizar el rizo.

Hormigas en la playa, un moderno crimen y castigo

Nueva reseña de Gemma Jordán en la revista online Haltermag

 

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El pasado verano leí el clásico de Dostoievski, y creí que tardaría en encontrar otro personaje que me hiciera sentir tanta empatía y desazón como el Raskolnikov que protagoniza la novela. Pero entonces compré en ebook la novela del autor indie Rafa Moya, Hormigas en la playa, y ahí estaban Eric y Pau para provocarme,ambos, las dos sensaciones, tan encontradas y diferentes, a la vez, con una historia urbana, intimista, psicológica y negra, que para nada, se prevé ni con el título ni mucho menos con la portada de la obra. Y aquí abro paréntesis para hablar de la importancia de un elemento como la portada de un libro; rebuscando por la red reseñas y opiniones sobre Hormigas en la playa y comentando en Twitter con el autor de la misma y otros escritores, descubrí cómo, a pesar de que a Rafa Moya le gustó la portada y le dio el visto bueno, a muchos potenciales lectores les echó para atrás, y no la leyeron al final. Personalmente, me gustó el estilo de la portada, pero desde luego, no creo que refleje el contenido que hay dentro del libro. Así que un aviso desde ya, no os dejéis influir por ella a la hora de adquirirlo y leerlo, más bien hacedlo por la expectativa de lo que encontraréis dentro.

¿Y qué es lo que encontraremos dentro? Para mí, una suerte de Crimen y castigo moderno, en el que los personajes derivan psicológicamente y arrastran al lector con ellos, tal y como sucede con el protagonista del clásico ruso, hasta la pérdida total de la razón y hasta el sufrimiento resultante de las malas decisiones y la mala conciencia. En este caso, no hay asesinato, lo que hay es la historia de la juventud perdida, de una melancolía muy mal construída y de una obsesión por recuperar momentos y sentimientos que, aunque dejaran huella para siempre en la vida de los protagonistas, fueron en realidad fugaces y ya no volverán. Uno de los personajes, Eric, no ha asumido ese hecho y vive aferrado a la ilusión de resucitar un pasado y perpetuarlo. Tan aferrado vive, que roza y sobrepasa el límite de lo enfermizo. El otro, Pau, se ha resignado al paso del tiempo y el peso de la vida; ha renunciado a todo lo que pudo ser y se limita a tener una vida estable en la que cumplir la papeleta socialmente aceptada. Pero en una cena de antiguos compañeros de instituto, redescubre el pasado en Eric (que con quien está obsesionado es con Pau), y en Ester, la que fuera su amor de juventud y la que más sanamente se adaptó a la vida y a los cambios que en ella hay, a pesar de ser la que más sufrió tras un traumático suceso que rompió la línea vital y la amistad de los tres para siempre, y de cuyos detalles nos vamos enterando poco a poco, a cuentagotas mientras avanza la novela, para ir comprendiendo qué sucedió, qué papel tuvo cada uno de los tres y cómo dicho “suceso” acabó por cambiarles para siempre.

Entre ese suceso del pasado que se desvela al lector poco a poco, y los sucesos del presente orquestados por un Eric cada vez más oscuro y obsesionado por recuperar al antiguo Pau y hacerlo suyo para siempre, se urde una trama psicológica, con Barcelona como marco, que sibilina y lentamente va atrapándonos conforme avanzamos por las páginas, pocas por cierto, de Hormigas en la playa. Lo que parece una sucesión de hechos normales narrados con normalidad, acaba por sumergirnos en un asfixiante juego psicológico retorcido y ambivalente, en el que acabamos por sentirnos tan frustrados, rabiosos y ahogados como los personajes, y en el que vemos cómo su psicología, la de cada uno de ellos, urde por su cuenta una realidad paralela y una complicada trama de engaños y persecuciones que acaban por explotar en un tremendo e inesperado final, donde, creo, reside la clave y la verdadera calidad literaria de esta novela. El ahogamiento narrativo al que Rafa Moya somete al lector en las últimas páginas de su obra y el imprevisible y vertiginoso triple giro con salto mortal que en ellas da, nos dejan descolocados, pero también relamiéndonos en la maravillosa sensación que se queda en el paladar cuando una obra ha tenido la suficiente calidad literaria como para hacerte disfrutar, sin darte cuenta, jugando contigo y con tu psicología, sin darte cuenta. Hormigas en la playa es una obra que, definitivamente, sí hay que leer.

Gemma Jordán en Haltermag

http://haltermag.com/haltermag/hormigas-en-la-playa-un-moderno-crimen-y-castigo/

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